Sobre qué?... cualquier cosa, música, filosofía, poesía, y lo que sea que se nos venga a la cabeza.

domingo, 1 de agosto de 2010

Carta abierta

Hola, quisiera preguntar cómo te encuentras pero no es necesario, cada mañana te veo y sé que no estás bien. En respuesta a tus inquietudes escribo este corto mensaje, espero sea de tu agrado. Debo escribirlo, lo siento, pero es un deber que todos los seres humanos tenemos, decir la verdad así ésta sea una como esta.

No sé por dónde empezar, por el principio me respondió alguien una vez, hablarte de la vanidad sería un buen principio, ese gran monstruo que consume el último rezago de razón que habita en cada hombre y mujer que recorre este mundo de miseria. La vanidad hace del mundo el lugar que es, y a ti especialmente, te hace un ser infinitamente triste y solitario. Éste es el combustible que te mueve, te fortalece y te castiga. Tus decisiones son producto de tu amor propio, por tu concepción de YO enquistada como la peor de tus ancestrales herencias, saciarte del mundo, calmar tus ansias de placer, de posesión, de poder. Creciste amándote, aprendiste que el culto a tu propio ser es el camino de la felicidad, lo aprendiste como la regla de oro que jamás debías violar, tan bien que aún con el mundo a tus pies siempre desearás más y más; es lo único que conoces del mundo y sabes que allí no hay equivocación, porque, ¿sabes? ella es la piel de tu alma.

Tus acciones más loables y sublimes, sólo serán una fachada a este sentimiento, la devoción por los tuyos, la compasión por los desposeídos, aún las más entregadas acciones llevan consigo su marca, porque se sabe que aquel que se humilla, se sacrifica o se martiriza, no tiene un fin diferente a la auto-complacencia. El vanidoso es rico, se enriquece con el pago de sus congéneres, que portan consigo y están siempre prestos a ofrecer el alimento de la vanidad, su vacía admiración. ¿Es que acaso no los has visto, acaso no lo has sentido, sus palmadas sobre tu hombro y sus alabanzas en público o a tu oído?. No, seguramente no lo has hecho, porque no existe un hombre que se canse de recibir alabanzas. Pero están allí, siempre han estado allí, y sabes que tarde o temprano deberás pagar con la misma moneda, porque tú no eres el único ser vanidoso que desea alabanzas, todos lo somos, y todos estamos ávidos de tu retribución.

Es tan grande tu vanidad que creaste un dios todo poderoso, sólo para ti, para ningún otro ser diferente a ti y te pusiste en la cúspide de lo vivo y lo muerto, de todo aquello que camina, vuela o se arrastra. Uno, que no tiene nada mejor que hacer más que mirar tu comportamiento, y darte premios y castigos a ultranza. Pero como es tuyo tiene que ser también vanidoso, y lo único que exige de ti, es tu veneración, obediencia absoluta y el ingrediente clave y prueba suprema de obediencia, tu ignorancia. Tus premios están acordes con tu consigna, claro, él sabe qué es lo que necesitas, y lo que necesitas es recibir aplausos por tus adquisiciones, vivas o muertas, así que eso es lo único que tendrás en este mundo: posesiones.

Pero sabes una cosa? tu cuerpo envejece, tus senos y caderas firmes no lo serán más, tu virilidad dejará de ser tu orgullo y se convertirá en tu oculta vergüenza. La perspicacia y lucidez mental que antes producía mil aplausos y te ubicó en la cima de tu grupo desaparecerá, hasta podrás llegar a un extremo impensable, olvidar aquello más importante para ti, olvidarás quién eres. No hay nada que lo pueda evitar, no hay recursos suficientes para cambiar esta bella jugada del tiempo. No te quedará más que retirarte solo, esta vez sin los acostumbrados aplausos, con unas cuantas añadiduras que recogiste, con lo que tomaste del mundo; que seguramente, dado que estabas tan ocupado recibiendo y entregando halagos, siempre será poco. Al final te convertirás en nada, un vago recuerdo de un instante que a hoy, es nueve ordenes de magnitud menor con respecto al suelo que pisaste, y que se quedará aquí para siempre junto con tu polvo y toda la vanidad que otrora representó.

Pero si tus acciones más grandes son dirigidas por tu enorme vanidad, las mediocres lo son por la costumbre. Tu costumbre de ver el mundo en un único modo, no importa si puede cambiar o no, te es cómodo como está, y mejor dejas tranquilos a tus santos. Por eso tus más mediocres actitudes están bañadas de ello, de costumbre al mundo, costumbre a lo bueno y lo malo.

Un hombre sabio dijo "El mundo es el infierno, y los hombres se dividen en almas atormentadas y diablos atormentadores", ¿a cuál quieres pertenecer?, la vanidad te dice que seas un demonio atormentador, pero la costumbre y el miedo te dicen que seas un alma atormentada; o no, tal vez no sea así, tal vez tu vanidad te hace ser un alma atormentada, al final tu tormento se traducirá en vítores. Claro, existe otra posibilidad, no ser ni uno ni otro, pero no es para ti, no te interesa, para ello es necesario ser un individuo libre primero, y la libertad no es para ti, necesitas un amo ante quien inclinarte.

Finalmente me despido con una disculpa, porque solo un hombre más vanidoso que tú puede escribirte estas palabras, y pido sinceras disculpas por ello. Estaré presto a seguir con nuestra conversación en otra oportunidad. Hasta pronto.

La familia la propiedad privada y el amor