Después de un corto ayuno en lo que a entradas respecta, el día de hoy me he dado a la labor de escribir algo para compartir aquí. El motivo principalmente se debe a que me he encontrado con una verdadera joya del señor Feodor Dostoyevsky, que me ha animado a escribir algo al respecto. Dostoyevsky fue un escritor de origen ruso, sus escritos están llenos de detalles enriquecedores (a veces excesivos) sobre sus personajes, y sobre todo, lo que ha elevado su literatura al punto que se encuentra el día de hoy: un profundo conocimiento de la psique humana, de su sicología, hasta representar una piedra angular en los orígenes del existencialismo. Bien lo diría el gran Nietzsche en su "Ocaso de los ídolos": "...Dostoyevsky, el único psicólogo, dicho sea de paso, que me ha enseñado algo. Dostoyevsky ha sido una de las mayores suertes de mi vida...", así que un poco de existencialismo aunado a un poco de iconoclastia son una mezcla que no puedo dejar pasar.
En este caso quiero comentar un poco sobre un escrito intitulado "El gran inquisidor". Aunque forma parte de la novela "Los hermanos Karamázov" e inicialmente fue presentado como un poema, su trascendencia le permitió ser publicado como una historia corta de manera individual, una obra maestra que describe a la perfección la esclavitud sicológica de los seres humanos, un tema que por demás me desvela y a ratos mortifica.
Básicamente la historia trascurre en el siglo XV en Sevilla, donde después de un gran festín de barbarie efectuado por la "santa inquisición" hace su aparición Jesucristo, cumpliendo con las profecías bíblicas, atendiendo los piadosos llamados de sus seguidores. La escena de apertura no puede ser más dicente:
"...Aparece entre las cenizas de las hogueras, donde la víspera, el cardenal gran inquisidor, en presencia del rey, los magnates, los caballeros, los altos dignatarios de la Iglesia, las más encantadoras damas de la corte, el pueblo en masa, quemó a cien herejes..."
Una verdadera muestra de autoridad y poder sobre la tierra.
En medio de los acontecimientos, hace su aparición quien será el personaje central: el cardenal gran inquisidor. Después de observar los hechos y milagros que se están sucediendo, no duda en lanzar su primer juicio, inesperadamente, al menos para mí, ordena que el recién llegado sea puesto en detención. El pueblo estaba seguro de quién se trataba este personaje, estaba observando los acontecimientos corrientes y sin embargo, obedece sin vacilación alguna. Dostoyevsky dice: "...Y es tal su poder, tal la medrosa sumisión del pueblo ante él, que la multitud se aparta, al punto, silenciosa, y los esbirros prenden a Cristo y se lo llevan. Como un solo hombre, el pueblo se inclina al paso del anciano y recibe su bendición...". Se hace evidente el corazón del máximo jerarca, y surge el primer interrogante: si esta masa está segura de la presencia del personaje frente a ella, si ha adorado, respetado y anhelado su nombre por quince siglos, cómo es posible que olvide esta idea y simplemente obedezca al inquisidor y se postre ante él?
La respuesta surge entonces de la aplicación de tres principios básicos: el “milagro”, el “misterio” y la “autoridad”, pilares fundamentales de la esclavitud mental. El inquisidor, increpa a su prisionero citando un conocido pasaje bíblico (Evangelio según Mateo 4:1-11) como herramienta para desentrañar el secreto de su funesto hallazgo. A través de la situación en donde Jesucristo se vio enfrentado a las "tentaciones por el diablo" ha logrado encontrar el camino a una compasiva dominación humana.
En primera instancia, la primera tentación implica el poder de convertir las rocas en pan, de satisfacer la necesidad básica del ser humano de ser controlado y poseído, de tener un amo. Estaba ante sí el secreto del mundo: "...El más vivo afán del hombre libre es encontrar un ser ante quien inclinarse...". Si Él hubiese aceptado su propuesta, habría sido dotado con el poder de regir el mundo, con la "autoridad" para decidir sobre el destino de tan serviles y miserables creaturas. Si se presentase ante ellos portando su pan, implícitamente habrían recibido sus cadenas. Irónicamente las cadenas impuestas a los hombres son una liberación, la llave que abre los grilletes del temible libre albedrío, de la obligación de discernir entre el bien y el mal, aquella del íncubo encarnado en la búsqueda de una razón de existir, de la libertad de la conciencia. Al final, el hombre preferiría entregarse a los brazos de la muerte, antes que a una vida sin un motivo; el problema que adviene de este hecho es que esta razón, esta responsabilidad propia es una pesada carga, que la vileza humana no quiere enfrentar, así que prefiere entregarla a otros, al azar, al dios de turno o al de sus ancestros. Esta característica fue la primera apuesta perdida por Él, la libertad ofrecida es un don sólo apreciado por una ligera minoría, el conjunto de los "Ubermensch" revelado por Zaratustra. He aquí la primera respuesta al interrogante antes formulado. El miedo que conlleva la libertad, cediendo el poder ante aquel que proporcione el pan terrestre desde lo no terreno. Es por esta razón que las sociedades humanas han creado ídolos desde el inicio de los tiempos, manchado con sangre campos sin fin, en el afán de obligar a sus vecinos a doblegarse ante su autoridad, en algunos casos por simple ignorancia, en otros como bien es conocido por todos, porque algunos han descubierto el secreto del pan. Como colofón, al mismo ritmo que caen estas sociedades surgen sus reemplazos cada cual con sus correspondientes ídolos, y así será hasta el final de nuestros vacios días.
"...Pero, en verdad, más que el pan en sí, lo que les satisfará es que nosotros se lo demos. Pues verán que, si no convertimos las piedras en partes, tampoco los panes se convierten, vuelto el hombre a nosotros, en piedras. ¡Comprenderán, al cabo, el valor de la sumisión! Y mientras no lo comprendan, padecerán..."
La segunda tentación está asociada a la necesidad de la prueba malsana. Cuando el pasaje bíblico (Mateo 4:6) "...Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos..." se está ofreciendo la posibilidad de dudar y discernir entre conceptos mentales, filosóficos, culturales, religiosos, etc. Para complementar su tragedia, este ser débil requiere, exige del "Milagro" para así dar sentido a su existencia y respuestas a sus interrogantes, pues enfrentar por sí mismo sus contradicciones, sus dolorosas dicotomías existenciales, le aterra. Al no encontrar la fuente de tal cosa, la crea, y se inclina ante ella, una vez más otorgando el poder, su libertad al hacedor de milagros, mago, vidente y cual sea su la propiedad concedida.
Por otra parte, si de esclavitud y cesiones se habla, el tratado no estaría completo sin considerar el saber. No existe mejor forma de controlar al hombre que manteniéndole al margen de la verdad, privándole de las mieles del conocimiento. Si se le priva a este frágil ser de su único camino al despertar, no le quedará más remedio que retirarse a su propia tragedia. Es allí donde aparece el último de los principios básicos de la esclavitud: "El misterio". Este conocimiento que sólo es permitido a aquel que posee el derecho intrínseco a tenerlo. Aquel que de forma piadosa y subrepticia se ha sacrificado para librar de su pesada carga a los demás. Es depositario de los profundos secretos, guardados con recelo, y sobre todo hacer uso de ellos; es capaz de definir la falta, así como su juicio, su condena y hasta su perdón. Es dueño del mito, la verdad y el engaño. Dice Dostoyevsky: "rebaño de cobardes y de miserables, gritarán a nuestros pies: -¡Sí, tenéis razón! Sólo vosotros poseéis su secreto y volvemos a vosotros! ¡Salvadnos de nosotros mismos!-"
De esta manera se cierra el círculo sobre el cual se mueve el mundo a través de los tiempos, buscando la unificación bajo una sola bandera, una única verdad, una sola espada y un único símbolo que encarna el fin de la conciencia, la libertad y la verdad, para dar paso a la "felicidad" otorgada al rebaño.
Es curioso ver como en un corto párrafo escrito hace menos de dos milenios se pudo describir tan perfectamente el corazón del hombre, anticipando lo que serían los tiempos venideros. Confieso que cada vez que alguien proclama conocer la voluntad de un dios, no me queda otra opción más que temblar.
Al finalizar, la lápida puesta por el gran inquisidor sobre el pecho de aquel en cuyo nombre había construido su imperio:
"...Lo que te digo se realizará; nuestro imperio será un hecho.
Y te repito que mañana, a una señal mía, verás a un rebaño sumiso echar leña a la hoguera donde te haré morir, por haber venido a perturbarnos. ¿Quién más digno que Tú de la hoguera? Mañana te quemaré..."
Quiero aclarar que lo que he aquí escrito así como la historia original de Dostoyevsky, como es, llena de citas y mensajes religiosas, no está principalmente focalizado o dirigido en esa dirección. Tiene como objetivo, dar una muestra de la realidad de los pueblos y sociedades, y hace una predicción, en el caso del escrito original, de muchos sucesos que acaecieron poco tiempo después de escrito, a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Empero, quiero agregar que este esquema sigue rigiendo a todo nivel nuestra conducta, el desarrollo de nuestra sociedad, escala de valores morales, educación emocional, etc. La cadena de esclavitud sigue firme en su lugar.
Estoy seguro que si alguien lee este escrito, encontrará en algún modo un reflejo para sí mismo, y podrá ver dentro de sí. Tristemente, según mi experiencia de vida no hay muchas esperanzas de cambio, aunque cualquiera es un buen día para recomenzar.
Quisiera compartir finalmente una canción que me encanta. Se trata de un tema llamado "When Shadows Grow Longer" de la excelente banda alemana "Empyrium", álbum "Where At Night The Wood Grouse Plays", para terminar con el ambiente que he traido el día de hoy. Desafortunadamente hace muchos años que el proyecto parece haber finalizado, sin embargo dejaron un enorme legado que sirve de referencia para todo el género.
When Shadows Grow Longer