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martes, 13 de octubre de 2009

De cuántos adiós...?

Esta semana mientras seguía una lectura, me encontré con un pequeño párrafo que me llamó mucho la atención:

"...yo me quedaba horas mirando ese río hecho de ríos, preguntándome cuántos secretos de mundos que no podía imaginar iban disolviéndose en una sola cosa, ciega y eterna, que resbalaba sin saber a donde, llevándonos también en su ceguera a la disolución y al olvido..."

El contexto es sencillo, un navegante perdido en medio del Amazonas, mientras observa como miles de pequeñas corrientes y afluentes contribuyen a alimentar la endemoniada serpiente.

Sin embargo, el motivo por el cual me llamó la atención no es ese, mientras la leía, no interpretaba en sí las palabras en ese contexto, en realidad en ese momento pensaba de cuántas vidas está hecha la vida de un hombre, la forma como entran, se entrelazan con nuestros caminos, modifican nuestros destinos, y en la mayoría de los casos vuelven a salir de nuevo; es decir, las vidas que se convierten en pequeñas corrientes, medianos afluentes, o grandes caudales para nuestra propia existencia. Hace algún tiempo en un post que en realidad era una dedicación especial, presenté un bello poema de Victor Hugo llamado "te deseo", un fragmento de éste relacionado con lo anterior reza:

"...Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuantas vidas
está hecho un árbol..."

Creo que pocos alguna vez hemos pensado, cuántas vidas puede ver pasar un árbol en su eterna rigidez.

Pero quiero llegar más allá, no sólo basta con pensar de cuántas vidas o cosas o situaciones puede estar hecha la vida de una persona, hay un punto aún más importante que es el motivo de la entrada del día de hoy, y es de cuántos adiós está hecha una vida?

En cierta oportunidad alguien me dijo:

"...no me digas adiós que está demasiado lejos, incierto, y siento miedo, dime hasta pronto, porque sabemos que no pasará mucho y seguirás a mi lado..."

bellas palabras, diría yo.

Tememos al adiós porque significa que aquel motivo de nuestro apego no estará más con nosotros. Y por encima todo, porque el adiós es sinónimo de dolor. No en vano el apego es la raíz del dolor. construir duelos es muy doloroso, con sus etapas, avances y retrocesos, con sus días tranquilos y sus pequeños infiernos. Hemos llegado a extremos como inventar rituales de despedida, con tonadas y libretos, como la más perfecta obra teatral, sólo por alimentar nuestro 'yo' herido. Bueno, debo aceptar que gracias a esta costumbre existe mi obra clásica favorita "El Requiem" de Mozart. Como si ello fuera poco, nos negamos a aceptar la pérdida de nuestro objeto de deseo, perpetuando el sufrimiento cuanto sea necesario en esa vacía empresa.

A mi corta edad son muchos los adiós que he acumulado, lugares donde he vivido por años, ciudades, países, y sobre todo personas, cada uno asociado a diferentes etapas en mi vida. Etapas, tan simples como el crecimiento, la educación, la vida profesional, y aquellas buscadas por mí mismo, relaciones afectivas, ciclos y más ciclos, muchos muy bien cerrados, otros no tanto. Creo que ya han sido tantos que mi memoria, por mi propio deseo o no, ha borrado muchos de ellos.

Todos dejan huellas, según si la experiencia ha sido grata o no, pero más importante que ello, dejan enseñanzas. Errores que se comenten, cosas que se debieron o no haber dicho, hecho y hasta pensado. Sin embargo, como el tiempo corre en un único sentido, no queda más remedio que asumir estas pérdidas o ganancias de la manera más digna posible, dado que sabemos que no se pueden evitar estos procesos.

Una cosa importante que puede ser útil recordar, es que estos hechos siempre están acompañados de cambios, y los cambios por muy dolorosos que sean, por más que nos neguemos a aceptarlos y efectuarlos, siempre traerán algo positivo, así sea minúsculo en comparación con nuestra negativa percepción de la situación. Al final nos guste o no, los adiós son los indicadores del fin de un ciclo, de una era en las vida de cada quien, y simplemente corresponde a cada uno afrontar.

A pesar de todo esto no podemos saber cuántos faltan aún, una infinidad pienso, pero, indudablemente estarán allí. En mi acostumbrada pregunta, hasta cuándo?

Bien, pienso que estaremos diciendo adiós hasta el último de nuestros días, tal vez es la última cosa que pasará por nuestras mentes, tal vez después de haber deseado decir este último adiós mil veces ya...

Para terminar, una frase que leí hace un par de días y me ha gustado bastante, al menos es la forma en que trato de vivir mi vida:

"...Se puede amar, aún en el adiós..."

Cada cuál la interpretará de la mejor manera...

Como siempre algunas buenas canciones. En este caso están muy relacionadas con el tema de hoy, en un mundo donde los adiós son la constante y son un motivo de culto por nuestra sicologicamente frágil sociedad, no es para nada difícil encontrar temas relacionados. En fin, están asociadas con los últimos párrafos, dedicados al último adiós, de hecho ese es su nombre. Voy a dejar tres, la última con ritmos más familiares a los gustos latinoamericanos, no quiero que mis dos únicos lectores me dejen solo. Esta vez no hay dedicaciones a nadie en particular, creo que a van dirigidas a todos, pues es una constante en la vida de cualquier ser consiente.

Canción del adiós (Los nocheros)



One last goodbye (Anathema)




My last goodbye (Lacrimosa)





Pdta: Estos post salen como notas en el facebook, el post original se encuentra aquí

2 comentarios:

  1. Nadie en realidad se pone a pensar que cada persona que llega a su vida dejara un a pequeña huella, o por lo menos que afecta el transcurso de tu vida por algunos segundos en el momento que lo conoces. En fin, si todo el mundo pensara en esto, creo que todas las personas serian valoradas de la misma manera cuando llegan a tu vida. No me gusta decir adios....

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  2. Estoy de acuerdo contigo, nunca nos detenemos a pensar en qué papel jugará alguien en el momento que ingresa a nuestra vida. Por esa razón en particular, le he dado mayor importancia en el escrito al adiós que al momento en que entran a nuestras vidas. Por lo general, cuando su presencia se hace importante para nosotros, las personas entran como ligeras brisas, pero salen con grandes y destructivos tornados; por supuesto, la palabra destrucción no necesariamente es sinónimo de fin, en muchos casos es sinónimo de un nuevo comienzo, el inicio de una nueva era, como escribí arriba.

    Por otro lado, si tan sólo pensáramos en las miles de posibilidades que puede representar la presencia de un simple individuo, tal vez seríamos más justos con todos, ya que la noción del no-juicio es una verdadera utopía.

    Gracias por el comentario nn, hace meses no recibía alguno jajaja. Ya pensaba que me había quedado solo aquí jajaja.

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