Hace algunas semanas escuché una canción que me llamó sumamente la atención, inicialmente por su ritmo y después de investigar un poco por la frialdad, un poco de crueldad pero al fin la realidad relatada entre sus letras, así que pensé en algún momento escribir una entrada al respecto, ésta lleva por nombre "Failure". Por otro lado, en medio de un par de lecturas, me he encontrado con una historia corta de uno de los grandes representantes de la literatura mundial, el señor Franz Kafka (1883-1924). Básicamente su trabajo es considerado como ciencia ficción, sin embargo sus personajes guardan características tan particulares y extrañamente elaboradas, que se ha acuñado el término "kafkiano" para describir cierto tipo de entornos y situaciones.
El cuento lleva por nombre "Un artista del trapecio", el cual se encuentra enfocado en la vida de un hombre de circo quien es el encargado del espectáculo del trapecio. Este hombre llevaba un particular modo de vida, pues no bajaba de las alturas de su trapecio ni siquiera a cumplir con actividades básicas de la vida humana.
"...había organizado su vida de manera tal —primero por un afán de perfección profesional y luego por costumbre, una costumbre que se había vuelto tiránica— que mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en su trapecio..."
Definitivamente el afán de éste hombre por la perfección de su arte le había llevado a un extremo inimaginable para vivir. Mientras leía esta historia pensaba en la cantidad de empresas que he comenzado a lo largo de mi vida, y de igual modo de quienes me han rodeado a lo largo de ellas. En un sin numero de oportunidades, se podría decir que llegamos a extremos dignos de un relato de Dante sólo por el miedo a fracasar en alguna de estas empresas.
Los motivos por los cuales tememos de tal manera a los fracasos pueden ser variados. Por un lado pienso, que la carga de imposiciones socio culturales impide que por la más pequeña arista se filtren fallas y realidades, que por demás sabemos, son inherentes al desempeño humano. Somos artistas de lo perfecto, actuamos en una obra en donde no hay espacio a una falla en el guión, so pena de un deshonroso aislamiento, escrutinio, o juicio social. Hay una cantidad abrumadora de parámetros que deben ser satisfechos, momentos, edades y estadios en la vida donde se debe o no hacer cierta acción. Está escrito en qué escalafón en nuestras profesiones debemos estar ubicados, qué nivel económico debemos tener, incluso el momento en que se debe contar con una pareja, y cuándo ser padres. Si alguno de estos parámetros se rompe, no se cumple, se sobreviene sin conmiseración alguna el terrible y temido anatema social. Kafka escribe
"...Esta manera de vivir del trapecista no creaba demasiado problema a quienes lo rodeaban. Su permanencia arriba sólo resultaba un poco molesta mientras se desarrollaban los demás números...Pero los directores se lo perdonaban, porque era un artista extraordinario, insustituible. Por otra parte, se sabía que él no vivía así por simple capricho y que sólo viviendo así podía mantenerse siempre entrenado y conservar la extrema perfección de su arte..."
Es decir, mientras sigamos el patrón de perfección, una vida intachable y siendo un poco irónico, de "buenas costumbres" tendremos garantizado el éxito social.
Por otra parte se encuentran nuestros propios deseos. No es extraño para nadie, que la fuerza que motiva a un ser a seguir cierto camino puede no estar más allá de su propia voluntad, de su propio afán de enaltecer su propio ego. Un monstruo voraz y definitivamente insaciable que lo consume todo de un ser, hasta llevarlo a lo más extremo de la barbarie. Finalmente, se encuentra de nuevo la falta de educación emocional, tan inherente a nuestra cultura. El miedo al fracaso, a enfrentarlo, a ir al lecho una noche con el terror que al día siguiente no se encontrará el sol frente a nuestros ojos.
Tristemente la suma de todos estos factores nos llevan por caminos cada vez más insospechados; a la estoica resistencia de los frios vientos, a la sumisa marginalidad e incluso al siempre "bendito" y bien recibido martirio o sacrificio personal, algo por demás muy frecuente entre quienes me han rodeado. Curiosamente, estas muestras de entrega están más cargadas de vanidad y miedo que de aquello que pretenden vender. Pueden recordar el fragmento de Nietzsche titulado "El martir a las malas" que usé en una entrada anterior donde se describe de manera perfecta esta idea. Un fuerte agravante a estos elementos proviene del entorno en el cual se ha crecido, en donde podemos terminar por creer en el fracaso como un gen que se transmite en nuestra sangre, el cual se debe eliminar a cualquier precio, o peor como casos conozco, en donde la creencia en este hecho implica resignarse a lo que ofrezca la vida, sin tomar riesgo alguno en ningún proyecto.
Un ejemplo perfecto donde se conjugan estos tres factores son nuestras relaciones sentimentales. Cuando la embarcación comienza a zozobrar entran en juego el miedo a la letra escarlata sobre el pecho del culpable de la falta, porque claro, nos han enseñado que siempre hay un culpable, rara vez son dos, o ninguno y claro, el desarrollo de esa historia siempre dependerá fuertemente del género de su protagonista. Luego aparece el terror de la pérdida de nuestro anhelado objeto de deseo, aquello sin lo cual nos sentiremos vacíos y miserables, y por lo cual debemos entregar hasta el último vestigio de dignidad. Finalmente entra en escena nuestra educación emocional, la cual nos indica que no se puede fracasar, que lo que sea que haya que resistir, debe hacerse, pues ese fracaso nos perseguirá por el resto de nuestros días, y ese sufrimiento será siempre bien visto por nuestros congéneres e incluso por nuestras deidades. Así terminamos entregados a promesas y esperanzas vacías, a actos heroicos, sacrificados, y peor, en algunos casos arrastrando a otros por pura vanidad o simple miedo. Conozco casos donde el pánico producido por la pérdida de nuestro objeto produce reacciones veramente particulares y bastante negativas, formando un círculo de manipulación, ira, sumisión,... y de nuevo manipulación, ira, etc.
Volviendo a la historia de Kafka, la paz del trapecista sólo se veía perturbada cuando el circo debía trasladarse de un lugar a otro, dado que debía salir de su paraíso personal en las alturas y bajar al infierno que representaba acercarse a la imperfección de su arte.
El concepto de perder su estatus de perfección le aterraba.
En medio de uno de estos traslados el trapecista solicita que sea modificado su entorno para el espectáculo, a cambio de un trapecio exige dos, a lo cual el dueño del espectáculo, feliz como vivía siempre con su estrella, accede sin dudarlo.
"...Pero, de pronto, el trapecista rompió a llorar. Profundamente conmovido, el empresario se levantó de un salto y quiso conocer el motivo de aquel llanto...—¡Cómo es posible vivir con una sola barra en las manos! —sollozó el trapecista..."
Ya no era suficiente para el trapecista la perfección lograda en su acto, necesitaba más, y estaba nuevamente vacío.
En muchas oportunidades terminamos perdiendo de vista la dimensión de la realidad, entramos en un laberinto lleno de obstáculos y metas; perdidos entre sus muros y recompensas vivimos. Sin embargo, siempre hará falta algo, el hambre nunca será satisfecha y siempre buscaremos una segunda barra de trapecio.
Finalmente, el dueño del circo tiene una alerta, para sí mismo se cuestiona
"...Si por causas tan pequeñas se deprimía tanto, ¿desaparecerían sus tormentos? ¿No existía la posibilidad de que fueran aumentando día a día? ¿No acabarían por poner en peligro su vida?..."
Podemos perder nuestras vidas de este modo, sin siquiera darnos cuenta. Invertir los mejores o peores años (no encuentro mucha diferencia entre unos y otros) de nuestras vidas en cualquier tipo de empresa. Siempre buscando ser ganadores, por mera vanidad, ego, o simple y vulgar miedo.
Kafka pone la lápida al final de su historia, la respuesta vino de la tez de su estrella: "...Y el empresario creyó distinguir ... las primeras arrugas que comenzaban a insinuarse en la frente infantil y tersa del artista del trapecio...."
A lo largo de nuestras vidas podemos acumular tantos éxitos y/o fracasos como proyectos emprendamos, en la mía no tengo idea si serán más los sucesos que las caídas. Como regla general los primeros enceguecen en el mejor de los casos, en el peor envilecen; los segundos en cambio, tienden a aleccionar de algún modo. Tal vez allí se encuentre la importancia tanto del éxito como del fracaso, se requiere de un balance, un ser envilecido o derrotado no puede ser el ideal de un individuo libre, por muy necio que éste sea. Claro, el aprender este tipo de lecciones no garantiza nada, simplemente es un buen comienzo para cualquiera.
Como mencioné al comienzo hubo una canción que me hizo pensar en esta idea. La versión original la hace una banda llamada "Swans", aunque yo la conocí hace un par de semanas gracias a un cover hecho en un EP reciente de "My Dying Bride". En lo personal prefiero esta última versión, no agrega mucho a la original pero para mi gusto suena muy bien.
Failure
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