Ya entrado en años, después de transcurrir un largo camino buscando mejorar
su estilo, Jorge Luis Borges pregonó con insistencia lo que había logrado
decantar luego de su experiencia produciendo literatura: desprenderse de los
excesos. Llegó incluso a tildar gran parte de su obra como “excesivamente Barroca”,
plena de artilugios y adornos innecesarios. Por otra parte, Wisława Szymborska
representa el ejemplo perfecto para lo que Borges defendió con vehemencia, un
modo de escribir sencillo, de temas y palabras simples y claras, que pueden
encontrarse en boca de cualquier persona, en cualquier momento y lugar.
El día de hoy quiero compartir uno de mis poemas favoritos de Szymborska. Contrario
a las entradas anteriores que estuvieron dedicadas a algunas manifestaciones de la esperanza que habita en
los hombres, la de hoy está dedicada a la simplicidad del mundo y por qué no
decirlo abiertamente, de la vida misma.
El poema tiene por nombre “Aquí”, o al menos en su versión castellana, pues
la literatura de Szymborska fue escrita originalmente en Polaco. Siempre que lo
leo me hace recordar a una persona, tal vez por
ese motivo hoy me tomo el tiempo de sentarme a reflexionar un poco sobre él y
sobre las impresiones que me deja.
Nuestro mundo es el producto de miles
de millones de años marcados por ciclos que han ido del caos de la formación, a
periodos de tranquilidad y orden, que son nuevamente reemplazados por
destrucción y nuevamente caos; de cambios lentos, o algunas veces no tanto, que
al final nos han llevado al punto en que nos encontramos. Estos cambios han
logrado producir esta criatura caprichosa y necia, que cuenta con la particular
capacidad de tener auto-conciencia, lo que le ha servido para ponerse encima de
cualquier otro ser con quien tenga la mala fortuna de compartir este vecindario.
Su auto-conciencia le ha permitido desarrollar medios de comunicación complejos,
el arte en sus distintas formas, la literatura; las religiones con sus
respectivos dioses, acordes a las necesidades de cada grupo y época y, cómo no,
de causar todo el sufrimiento a todo y a todos por el motivo que corresponda a
la situación.
En este lugar dice Szymborska “hay bastante
de todo\ Aquí se fabrican sillas y tristezas,\ tijeras, violines, ternura, transistores...”, vida y muerte, todo bailando al mismo tono que
marca el tiempo como referencia y que claro, no se detiene un solo instante.
Creo, y espero no equivocarme al afirmar tal cosa, que sencillamente no falta
nada.
Hace mucho sostengo, que si bien la
belleza del mundo no proviene de los hombres, también debo ser lo
suficientemente honesto para aclarar que tal belleza está viciada por mis propios
ojos, por mi propia vanidad, mis propios odios y mis propios amores. Tengo que
admitir, aunque advierto que estoy abusando fuertemente del lenguaje, que en
este mundo hay tantas cosas bellas como ojos que las observan, simple y
llanamente tantas como realidades percibidas, tantas y ya sabemos que no hay
ninguna realmente. Szymborska escribe: “puede que en otro sitio haya lugares
así,\ aunque nadie los encuentra bonitos...”. Me resulta asombroso, por decir lo
menos, cómo dos sencillos versos pueden condensar toda una idea que puede hacerse
tan compleja y extensa como se desee.
En este lugar hemos construido nuestro
propio y particular grupo social. Una de nuestras tristes ironías es el hecho
de sentirnos entidades únicas, autónomas e independientes; cuando al final del
día no somos más que apéndices de nuestra suerte de grifo, uno por demás hecho
a nuestra medida, moldeado con nuestros miedos, frustraciones y ambiciones. Cada
tanto introducimos algunos cambios para ajustarnos a los imprevistos, a
aquellos detalles que se salen de nuestro control y al final terminamos disfrazando
todo para retornar a nuestro lugar común lleno de comodidad.
¡Ah! Y como si fuera poco, ese cristal
a través del cual miran nuestros ojos está hecho precisamente de ignorancia, el
último de los venenos que recorrerá esta tierra. Esa ignorancia es la que nos da
la capacidad única y casi sagrada de juzgar, de comparar, de definir el bien y
el mal, de discernir quién, qué, o cuándo pertenece a un bando o al otro. Escribe
Szymborska “la ignorancia tiene aquí mucho trabajo,\ todo el tiempo cuenta,
compara, mide…”.
La ignorancia traza planes, estima, proyecta,
fabrica carreteras que nadie sabe a dónde llevan, cuando en realidad no tiene
la más mínima importancia, al final somos polvo al viento que se levanta con la
más leve brisa de cualesquiera de los elementos que tenga a bien perturbar nuestra
anhelada calma.
Para mí, este poema tiene una particularidad
adicional, mi estrofa favorita, tal vez la que me resulta más emotiva, es irónicamente
aquella con la cual no me siento cómodo, podría decir que objeto seriamente lo
allí escrito. En efecto creo, como dice Szymborska, que “la vida en la tierra sale
bastante barata”, más por los sueños se paga un precio tan alto que nunca será suficiente, y cuanto más
lejos se esté de ellos, mejor, de las ilusiones es mejor no hablar.
Sin embargo, pues no quiero dejar un mal
sabor de boca, como dice aquí Szymborska, la mesa está allí dispuesta con el
papel donde debe estar, con el aire fresco entrando por las ventanas constantemente,
y con los muros aún en pie. Como afirmó la misma Szymborska en una entrevista:
“El mundo es cruel, pero merece también otros
calificativos más compasivos”.
Aquí
No sé cómo será en otras partes,
pero aquí en la Tierra hay bastante de
todo.
Aquí se fabrican sillas y tristezas,
tijeras, violines, ternura,
transistores,
diques, bromas, tazas.
Puede que en otro sitio haya más de
todo,
pero por algún motivo no hay pinturas,
cinescopios, empanadillas, pañuelos
para las lagrimas.
Aquí hay un sinfín de lugares con sus
alrededores.
Algunos te pueden gustar
especialmente,
puedes llamarlos a tu manera,
y librarlos del mal.
Puede que en otro sitio haya lugares
así,
aunque nadie los encuentra bonitos.
Quizá como en ningún sitio, o en pocos
sitios,
aquí tengas un torso separado
y con él los instrumentos necesarios
para añadir los propios a los niños de
otros.
Y además brazos, piernas y una cabeza
sorprendida.
La ignorancia tiene aquí mucho
trabajo,
todo el tiempo cuenta, compara, mide,
saca de ello conclusiones y raíces
cuadradas.
Ya, ya sé lo que estás pensando.
Aquí no hay nada duradero,
porque desde siempre hasta siempre
está en manos de los elementos.
Pero date cuenta: los elementos se
cansan rápido
y a veces tienen que descansar mucho
antes de comenzar otra vez.
Y sé qué más estás pensando.
Guerras, guerras, guerras.
Pero incluso entre las guerras a veces
hay pausas.
¡Firmes! -la gente es mala.
Descansen -la gente es buena.
A la voz de firmes se produce
devastación.
A la voz de descansen se construyen
casas sin descanso
y rápidamente se habitan.
La vida en la tierra sale bastante
barata.
Por los sueños, por ejemplo, no se
paga ni un céntimo.
Por las ilusiones, sólo cuando se
pierden.
Por poseer un cuerpo se paga con el
cuerpo.
Y por si eso fuera poco,
giras sin billete en un carrusel de
planetas,
y junto a éste, de gorra, en un
torbellino de galaxias,
en unos tiempos tan vertiginosos
que nada aquí en la Tierra llega ni
siquiera a moverse.
Porque mira bien:
la mesa está donde estaba,
en la mesa una carta, colocada como
estaba,
a través de la ventana un soplo
solamente de aire,
y en las paredes ninguna terrorífica
fisura
por la que el viento te lleve a
ninguna parte.
Wislawa Szymborska.
Para terminar una canción que en verdad me encanta y por diversos motivos la encuentro muy relacionada con el post de hoy. Se trata de Ulver del álbum "Shadows of the Sun" con "All the Love".
All The Love - Ulver
All The Love - Ulver
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