Sobre qué?... cualquier cosa, música, filosofía, poesía, y lo que sea que se nos venga a la cabeza.

jueves, 2 de julio de 2009

Existencia intrínseca

Un texto Zen presenta el siguiente debate, llevado a cabo por dos hombres Chao Chou y Wen Yuan, en el cual acordaron que quien ganara sería el perdedor y debía dar al otro una manzana, la conversación trascurre más o menos de la siguiente forma:

“Wen Yuan: Habla tú primero
Chao Chou: soy un burro
Wen Yuan: soy la panza de ese burro
Chao Chou: soy el excremento depuesto por el burro
Wen Yuan: soy el gusano en ese excremento
Chao Chou: qué estás hacienda en medio de los excrementos?
Wen Yuan: paso allí mis vacaciones de verano
Chao Chou:está bien, ahora dame esa fruta”

Como puede verse, Chao Chou es quien resulta derrotado en el debate, pero por qué?

Hace algunos años el maestro budista Mañjunatha (a quien hoy recuerdo con particular aprecio), cabeza del la sede en Mérida de AOBO (Amigos de la Orden Budista Occidental) me hizo la siguiente pregunta mientras discutíamos sobre el tema en cuestión: Imagina que tienes un vaso de agua en tus manos, luego lo bebes y luego lo orinas, en qué momento el agua deja de ser agua y pasa a ser tú, y en qué momento deja de ser tú y se convierte en agua nuevamente?

Yo podría agregar algo al interrogante de Mañjunatha, cuando el agua sale del cuerpo lleva una parte de nosotros qué ha sucedido, entonces existimos realmente como entidades intrínsecas, aisladas del entorno que nos rodea?

Pues bien, como mi estimado Mañjunatha me trataba de decir con su interrogante, el agua siempre fue agua y fui yo, de hecho en todas sus fases fuimos uno sólo, la misma conclusión que puede obtenerse del debate de los dos hombres, por esa razón el Chao-Chou se hizo acreedor a la manzana, mientras Wen Yuan pasaba sus vacaciones de verano en medio de los excrementos.

Un concepto muy importante que olvidamos con frecuencia es la nulidad de la dualidad sujeto-objeto, en la cual el objeto observado adquiere la condición de existencia propia debido a la presencia de aquel que le observa.

Ahora, si extendemos esta noción a nuestra concepción de existencia es claro que en algún punto se ha perdido la conexión con el universo que nos rodea. Cuando nos vemos frente a un espejo, tenemos la idea errada que estamos allí, plantados, observando un ser constante y permanente. Vemos nuestras manos e ignoramos que aquello que hace un segundo estaba allí ahora es diferente, que aunque para nuestra percepción pueda parecer invariante, en realidad ha cambiado en gran medida bajo la superficie. Cuando vivimos en función de alimentar la concepción de invariabilidad de nuestros cuerpos y seres, olvidamos por completo los cambios que de forma permanente se están dando, no sólo allí, en el universo en general. Reforzamos nuestra percepción de ser entidades independientes, únicas y aisladas. Estamos abrazados a un cuerpo que en últimas no es más que un conjunto de moléculas no muy distante del de un árbol, un ave o cualquier otro ser inconsciente, a lo cual le llamamos yo, un yo aislado y perfectamente discriminado de cualquier otro ente en nuestro entorno.

La percepción personal de nuestro ser es diferente respecto a la que otros pueden observar de nosotros, sin embargo en ambos casos se hace referencia al mismo individuo. Es claro entonces que no somos tan invariantes como pensamos, que no somos tan únicos como nos han hecho creer, sino que somos una construcción mental basada en las percepciones; sencillamente dependemos de las condiciones del observador que en últimas es quien termina por dar las características de lo observado.

En la vida moderna hemos llegado a extremos de este concepto, la percepción propia depende de un conjunto de reglas externas que siempre estamos en la carrera por satisfacer, de lo contrario somos anulados, incluso por nosotros mismos. Así, validamos nuestra concepción propia dado que nos ajustamos a patrones de conducta impuestos por agentes externos, algo como “existo, porque soy lo que ellos dicen que debo ser”. Al final del día lo único que estamos logrando, es aumentar el descontento y el sufrimiento inherente a la vida consciente, reforzando el concepto de permanencia y alimentando la búsqueda de un ideal que sencillamente no existe, una autoafirmación tomando como base una imagen preconcebida o impuesta.
La solución… está dada.


Para finalizar, dejo una canción de Fito Páez titulada "yo vengo a ofrecer mi corazón". En este caso corresponde a una versión interpretada en el concierto de "Todas las voces todas". El por qué de esta canción en particular, sencillamente es la solución, sin mencionar que me trae recuerdos maravillosos y dedico especialmente a esas personas que aún piensan que el mundo son bienes, que de esa manera validan su existencia, y a cada momento se apegan a ellos como su única tabla de salvación, incluso las demás personas.




Pdta: Estos post salen como notas en el facebook, el post original se encuentra aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario